Thursday, February 4, 2010

Busco Mujer


Siendo apenas yo una jovencita, me llenaba de morbo el leer los
anuncios de periodico en los cuales los hombres buscaban mujeres.
‘Deseo encontrar mujer caliente que le interese
Hombre soltero para Amistad y quizás algo permanente más adelante’.
A mis trece años, y siendo ya una romántica empedernida,
yo me preguntaba como era posible que aquel hombre y aquella mujer
llegaran a tener algo permanente luego de acostarse juntos!
La tentadora imágen de una mujer desesperada por encontrar a su
Principe azul, revolcándose con cualquiera que se lo pidiera por medio
de un anuncio, me quitaba el aliento y me hacia sentir un rico cosquilleo
por todo el cuerpo.
‘Busco mujer entre los 20 y 25 años para relación estable.
Soy un hombre de 50 años, divorciado y sin hijos.
Interesada favor de contactarme al número que aparece en este anuncio’.
Un hombre maduro con una chiquilla que apenas si empezaba
a conocerse a sí misma. ¿Cómo podría ser esto posible. Ese hombre
era un sátiro como los que describía la revista amarillenta Alarma!
Era quizás un violador impúdico que se dedicaba a acechar
a jovencitas incautas para mancillarlas en algun oscuro callejón de la ciudad.
¿Podria alguien de esa edad mantener una relación estable y feliz
con su joven cónyuge sin que el resto de la gente lo tachara de aprovechado
y viejo rabo verde?
Quizás sí era posible. ¿Que no se veian a diario este tipo de situaciones
en las telenovelas de la tarde y en las películas de esa época, especialmente
cuando Mario Almada o Vicente Fernandez eran los actores principales?
El galán siempre era mayor de edad y la protagonista solía ser una mocosa
que caía en sus redes por ser ingenua (y poco inteligente, añadiría yo).
Claro que hablo del pasado, antes de que la mentada internet llegara
a irrumpir nuestras vidas. Ahora ya de adulta puedo leer historias eróticas
en ciertos sitios de la red y hasta ver fotos y películas mañosas, como le llamaban
los chiquillos a todo eso que ellos sabian que no era apto para menores.
SÓLO PARA ADULTOS. Esas palabras me hechizaban la imaginación
en ese entonces y me picaba la curiosidad por saber el Misterio que encerraban.
Recuerdo que tanta era mi fascinación por lo prohibido a la tierna edad
de los diez años que llegué pedirle a un completo extraño en una central
de autobuses de Monterrey, Nuevo León que compartiera conmigo
una revista ilustrada que se encontraba leyendo en ese momento.
Recuerdo que habia esperado a que mi madre estuviese distraída antes
de encaminarme hacia donde estaba el individuo. Al principio, este
titubeó ante mi petición, pero después de un rato de estarle insistiendo,
se cercioró de que nadie nos viera platicando y me dijo, “Está bien,
pero asegúrate de que nadie te vea leyéndola.” Si yo hubiese poseído algo
de sesos, esas palabras eran una clara indicación de que lo que le pedia no era algo que mis inocentes ojos debian ver.
Sin embargo, tanta era mi hambre por la palabra escrita, como también
lo era mi curiosidad por lo prohibido que ni siquiera me pasó por la mente que lo que hacia no estaba nada bien.En el presente, aún mantengo viva esa curiosidad por lo tabú, aunque es incierto si esto sea para mí una ventaja o una desventaja. Los mantendré Informados.
Julieta Corpus 2/2010

2 comments:

  1. After reading Sherman Alexie’s stories and poems dealing with his people and the bleak lives they led inside the reservations, I couldn’t help but compare them to my own people and what I observed when I used to live, and later visit, San Pedro, Coahuila in the mid 1970’s.
    Nowhere Men
    I’d see them in every ranch we visited during our brief stays at Grandma Lola’s in San Pedro, Coahuila during our summer breaks from Texas schools. I came to believe it was always the same men hanging around the same places. They were young boys who already looked old and withered, leaning against adobe walls with arms crossed or sitting on large rocks, bodies forward, arms on their knees, hands laced, not talking to each other, just looking disinterestedly at everything and everyone within sight. Buenos para nada, (they’re good for nothing) Mom would mutter under her breath. She saw no reason why healthy men stood around basking in the sun while there were fields ready to be harvested. Not wishing to contradict her, these words would stay glued to my tongue: I think they’re waiting for something better than fieldwork to come along. However, I could see why Mom would get upset. It seemed as though every field we’d drive by was being worked on by old men whose bodies were bent permanently from doing that type of work from sunup ‘til sundown. On one occasion, Dad informed us that most of those guys waited around for people to summon them to run errands in San Pedro to earn a couple of pesos. Few people owned a truck at these small villages, mostly the wealthy landowners and their caporales or foremen, so the young men would walk four or five miles to get to the main road where they could hitchhike into town, which was located ten to fifteen miles away. Others waited around for a tourist to ask for directions, which rarely happened since that part of the world has never been known for its tourism. The only people who visited such remote places were people like us who had relatives living there and who knew exactly where we were going. Every time we drove down the dusty, unpaved streets of whatever ranch we were visiting at the time, their eyes would follow us. I remember being afraid, at first, but after a while I realized that they were harmless. In fact, I began to feel bad for them. I knew they had no prospects and that their futures were bleak. They’d probably marry a local girl, move in with her parents to an already crowded, small shack, and work someone else’s land for a meager salary until they’d die from old age or a rotten liver from too much cheap tequila. These were nowhere men, like so many others (too many) scattered all over Mexico who were never offered a vision for a better life. Instead, these young men who looked old beyond their years chose to spend their days leaning against stained adobe walls or sitting on rocks looking at everything and at everyone with an inscrutable face, perhaps wondering whether to just get up and walk and keep on walking and never look back.

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  2. “Resignación”
    El somnoliento portero abre el portón, dejando pasar
    A un hombre alto y fornido, el cuál se tambaléa, Titubéa--
    Sus ojos se van abriendo y cerrando, haciéndole comparsa
    A sus vacilantes pasos que no hacen ruido sobre la dura tierra
    De la vecindad. ¡Ya llegó por quien lloraban, Hijos de María Morales!
    Mi abuelo Mundo grita al silencio, como retándo a la noche que
    Lo há derrotado ya sin que éste se diera cuenta. Como tratándo de
    Recuperar la poca dignidad que aún guardaba—dignidad
    Que dejó esparcida sobre la sucia barra de una cantina por
    Confiar en un hombre quien dijo ser su amigo. El mismo que
    Ni siquiera se inmutó cuando el cantinero lo sacó a patadas
    Por no tener con que pagar por la tercer botella de Tequila.
    Sus gritos provocan los agudos ladridos de un perro des-
    Madrugado que empiezan a taladrar los sentidos, haciéndose
    Escuchar desde el corral. Segundos después, su eco conjura un
    Coro de ladridos de otros perros que hán sido arrancados brusca-
    Mente de sueños caninos. En su habitación, mi abuelita Lola
    Abre los ojos, y con un suspiro de resignación, sale a su encuentro.
    No vaya a ser que el muy pendejo se vaya a trompezar por ai.
    Murmura para sí misma al acomodarse el suéter antes de aventurar-
    se a salir al helado viento del mes de Noviembre. !Órale, vieja, vente
    Pa ’ que me eches una mano! La voz ebria de su esposo momentá-
    Neamente le recuerda a la de su padre. Pero mi abuela es práctica.
    El pasado no tiene lugar en los confines de esa madrugada, ni
    De esa vecindad. Con infinita paciencia, mi abuela se para junto
    A mi abuelo . Éste acomoda su brazo alrededor de su cuello. Y de
    Alguna manera, mi diminuta abuela se las arregla para encaminarlo
    Hacia el cuarto donde su catre lo espera. Mi madre sale a recibirlos.
    No le sorprende ver a mi abuelo incoherente, bamboleándose y
    Apestando a orín. Nadie tiene que explicarle lo que pasó: Día de
    Paga. Día feriado. El pinche de Andrés, caporal del rancho Progreso,
    Se ha quedado una vez más con el salario de mi abuelo, llevándo-
    selo a una cantina para emborracharlo--- hacerlo guey, como lo hace
    Con todos los peones cáda mes. Échate ya, viejo, que mañana tienes
    Que irte a la labor. Mi madre ayuda a mi abuela a quitarle la ropa a
    Mundo mientras que por su mente atraviesa la imágen del pinche
    De Andrés burlándose de su padre por haberlo estafádo tán fácilmente.
    Una ira ciega se apodera de ella por unos instantes, pero luego
    Se consuela al pensar, Pero Dios lo va a castigar por ser tán cruel
    Con tánta gente. Los ronquidos de mi Abuelo Mundo pronto
    Retumban por toda la habitación. Mi abuelita se acomoda a su lado
    Con mucho cuidado para no despertarlo. Mi madre se retira de ahí
    Después de darles las buenas noches. Esa misma noche los sueños
    De mi madre son sueños de venganza.

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